Los Relatos Cortos de Dreamweaver: Relato 3: El Conde de Querétaro...
Como es usual, todo lo que digo es en primera persona y cursivas. Cualquier parecido entre personajes reales y ficticios, en este y otros espacios paralelos, es pura y física coincidencia.
Acto 1: Fernando, el Exiliado.
En aquellos espacios paralelos donde la desesperación y el dolor son el pan de cada día, esta historia que yo, Fernando Mosquera Miranda, desterrado de Colombia les vengo a contar... A diferencia de otros Espacios, en los cuales Colombia es una nación normalita, en éste, el nacionalismo burdo y barato (patrioterismo, lo llaman), invade cada célula común en la gente... Por allá en 2005 de este Espacio, comienza esta triste historia. Yo me llamo Fernando Mosquera Miranda, hijo de Ibeth y Fernando, con una amplia fortuna moral, ya que la física la absorbía el malvado gobierno de esta Colombia aniquilante, que a diferencia de la de esos otros mundos, eligió al equivocado... Lo llamaban "el equivocado" a espaldas, ya que si lo decías de frente... el resultado era obvio. Podían desde ponerte a cargar con un asta y la bandera retorcida de esta Colombia perdida (rojo, azul y amarillo), hasta acabar con tu vida en un cable de alta tensión... A mí, a diferencia de esos terribles destinos, por andar escribiendo en un pasquíncito posmodernista extraño, me decidieron desterrar. ¡No sabían ellos que el destierro no es castigo para un eterno viajero! Pero lo que no sospeché es que me dejaron tirado en un barco que pronto zozobraría en la Isla Prisión Gorgona, la cual se decía era el infierno... Yo dejé en este mundo a una amada, cuyo nombre es Elizabeth. Ella nunca supo las miles de torturas a las que me sometieron antes del destierro, por pronunciar lo que yo llamaba la "verdad", que era una declaración de oposición al gobernador reinante... En fin, pasemos a hablar... de Gorgona. Gorgona es una isla que, en honor a la criatura que tiene el mismo nombre, podía matar con sólo verte... Esta isla mataba lentamente, con miles de culebras y serpientes, así como criaturas peligrosas, invadían las ruinas de lo que anteriormente era un centro de investigaciones marítimas, por allá en la Patria Sabia -una época curiosa de esta Colombia que fue opacada por El Equivocado-... En fin, allá me quedé. En esa isla, solo y perdido, pensando en Elizabeth, armando estatuas de arena con Elizabeth, plasmándola con un pedazo de rama en el mar... amándola como siempre... Decían las malas lenguas, que yo había muerto, que había perdido mi vida en las fauces de un tiburón de esos que abundan en el Pacífico... Nada más lejano de la verdad... Quedé solo... o bueno, casi sólo. En esa isla prisión, estaba, lleno de un extraño resentimiento, alguien conocido como Kasid, un árabe-colombiano, que fue también desterrado, le contó sobre un tesoro en tierras lejanas... Es aquí, donde dejo por ahora la historia, y pronto, verán qué más pasó...
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